martes, 15 de marzo de 2011

a tres metros sobre el cielo.

Mientras vivimos nuestra vida a veces nos gusta ir rápido, conduciendo nuestro coche ideal a 150km/h. Y es como si el mundo no existiera, que el único mundo que conociéramos es el que está dentro de nuestro coche.
Vamos deprisa, aceleramos, pasamos de lo que ocurre a nuestro alrededor muchas veces para que no nos afecte. Porque en el momento que nos afecta, hemos perdido… nos volvemos frágiles, como las hojas que se caen de los árboles en otoño al suelo. En el momento en el que nos afecta dejamos que las fronteras de nuestro mundo se expandan y vemos cosas que tal vez antes ni si quiera nos habíamos fijado que estaban. Dejamos de ser un “Yo” para ser un “Nosotros”.
Muchas veces cuando esto pasa es porque alguien se pone en medio del camino y hace que nos detengamos. Ese alguien nos sonríe y nos dice “Frena un poco…”. Dudamos un rato, pero sin darnos cuenta, dejamos que se siente en el asiento del copiloto. Y sucede que esa mirada, esa forma de ser, nos sorprende y, poco a poco, vamos frenando. Y cuando hemos frenado del todo, ese alguien nos envuelve, nos ilusiona, nos hace ver ese otro mundo que antes no queríamos ver… y estamos perdidos.
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario