domingo, 15 de abril de 2012

Vino sin avisar, como esa tormenta en una tarde soleada, llevándose todo lo que encontraba a su paso, impidiéndole ver más allá. Las lágrimas caían recorriendo sus mejillas alcanzando cada uno de los sentimientos que tanto tiempo encerró, lágrimas del color de sus sueños, sabor del temor del corazón, firmadas por una tal soledad. Quiso cerrar los ojos, llamar a su musa y perderse entre besos y miradas sin sentido, perderse como cada mañana cuando la melancolía llamaba a su puerta y se hacía la dormida... Pero el llanto no siempre cesa al apagar la luz, y consumió cada latido de su débil corazón, marcando de cicatrices las palabras que tanto dolía escuchar.


Que me duele el corazón y me llora el alma sin saber que hacer. Que me atormentan los tormentos que un día sin querer quise olvidar. Que los sueños se me agotan y las musas escasean, que la sed de sentimiento me late en la boca y no me deja tragar. Que ya no cierro los ojos intentando escapar, pues este puto mundo me engancha desde dentro y no me deja marchar... Que ya no escribo para callar al corazón, que ya no quiero creer en Nunca Jamás.

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